martes, 15 de junio de 2010

PRENSA CULTURAL. "Las armas y las letras", de Andrés Trapiello

Andrés Trapiello
En "El Día de Córdoba":

La intrahistoria literaria del conflicto que desangró el país

España en guerra

La nueva edición de 'Las armas y las letras' de Andrés Trapiello se presenta en un volumen con abundante material inédito

Ignacio F. Garmendia
Actualizado 14.06.2010

Es este un libro extraordinario. Ya lo era en la versión anterior, o en las anteriores, pero la nueva edición de Las armas y las letras -la otra obra en marcha de Andrés Trapiello- está destinada a perdurar más allá de su inobjetable condición de libro de referencia sobre la intrahistoria literaria de la Guerra Civil española, pues su valor trasciende el ámbito de la bibliografía especializada para erigirse en toda una lección -tanto o más necesaria ahora que cuando se publicó por primera vez- para quienes hemos nacido en este país incorregible. Trapiello se ha definido como un mero aficionado en estas lides, queriendo decir que su trabajo va por otro lado, que él no pretende competir en los graves terrenos de la erudición, pese a su absoluta familiaridad con el periodo. No es un investigador profesional, sólo un escritor que se propuso acercarse, adquiriendo las primeras ediciones -porque durante mucho tiempo no ha habido otras disponibles-, a todos esos libros, periódicos y revistas que hace décadas que nadie lee. Y claro, se entera uno de muchas cosas, cuando acude a las fuentes.
La primera edición de Las armas y las letras, inspirada por Rafael Borrás, preparada por el autor en apenas unos meses y publicada en 1994, causó bastante revuelo entre quienes no se resignan, ni entonces ni ahora, a alterar su mitificada visión de los hechos, en un sentido u otro. El volumen tuvo una segunda aparición en 2002, pero ésta de ahora, muy aumentada y acompañada de abundante material gráfico -fotografías, carteles, pasquines, cubiertas de libros o recortes de periódico-, constituye un hito editorial de primer orden, por las nuevas páginas que acoge y por su cuidadísima factura, en la que se nota la mano de Trapiello: la tipografía rojinegra, las entradillas de los capítulos, las páginas ilustradas que siguen el modelo de generosos pies explicativos ya practicado por el autor en Imprenta moderna. Sería una frivolidad afirmar que este libro se lee como una novela, porque no hay, por desgracia, nada de ficción en sus páginas, pero -como en su biografía de Cervantes y en todos sus otros libros de ensayo- la prosa de Trapiello se aleja de la pedantería académica para construir un discurso narrativo que no se pierde en los meandros de la bibliografía secundaria.
"No hay guerra sin retórica", dejó escrito Juan de Mairena en plena guerra española, y "lo característico de la retórica guerrera consiste en ser ella la misma para los dos beligerantes". En esta lúcida afirmación, citada por Trapiello al frente de su trabajo, se cifra una de las tesis del libro, que se distancia de las adhesiones inquebrantables y de las visiones épicas para observar la tragedia con mirada cervantina. Cientos de escritores, cada uno con su drama a cuestas, desfilan por estas páginas, y el lector puede llegar a sentirse incómodo asistiendo a los comportamientos nada ejemplares de buena parte de ellos, se llamen Cela o Alberti. Otra de las tesis, que ha hecho fortuna, es que los escritores que ganaron la guerra perdieron los manuales de literatura, por efecto de una propaganda sin matices que tendió a devaluar la obra de los vencedores y a exaltar la de los vencidos. A este respecto, nada justifica hoy un juicio que no esté basado en razones exclusivamente estéticas.
Algún pope de los medios ha señalado que el prólogo a la nueva edición se aparta de la posición equidistante que a su juicio había mostrado el autor en las anteriores versiones de su trabajo. No hay tal. Digan lo que digan los revisionistas, las motivaciones de los bandos en liza no fueron comparables, aunque sí los crímenes respectivos, y la casi segura certeza de que una victoria de los radicales que se habían apoderado de la República -no precisamente afines a los principios ilustrados- habría comportado una represión no menos feroz, no invalida lo que realmente sucedió ni podrá disculparlo nunca. En la Guerra Civil pocos escritores e intelectuales, muy pocos, estuvieron a la altura de las circunstancias, por fanatismo, por debilidad o por cobardía. No se trata de juzgar a nadie -la mirada de Trapiello es casi siempre compasiva-, pero sí debe recordarse que hubo algunos, como Manuel Chaves Nogales o Clara Campoamor o Juan Ramón Jiménez, que representan -sin olvidarnos del chileno Morla Lynch, reivindicado en esta edición- lo mejor de la llamada tercera España, liberales asqueados ante la violencia que no cedieron a la tentación de justificarla. Este libro cuenta muchas cosas, muchas historias la mayoría tristes. No celebra ni adoctrina, cuenta. No ha habido nadie -decimos bien: nadie- que haya abordado el dramático final de la Edad de Plata con una mirada tan limpia, desprejuiciada, franca y abarcadora.

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